domingo, 25 de noviembre de 2012

Adivinanzas "Las profesiones"


Me gustan los animales,
si están enfermos me llaman,
contra infecciones vacuno,
los cuido muy bien y sanan.
(el veterinario)

Mi trabajo es importante
si te quieres divertir:
Disfraz con zapatos grandes
y muy gorda la nariz.
(el payaso) 

Vivo entre cazos,
cazuelas y pucheros,
mi trabajo es la cocina
y hacer de camarero.
 (el cocinero)

 Cuadros hago y no soy carpintero,
sólo necesito pincel, pintura y lapicero.
 (el pintor)

Quiero retratarme y no sé dónde ir.
Si tú lo sabes, ¿me lo puedes decir?
 (el fotógrafo)

El clavo que el martillo clavó,
sólo lo puedo sacar yo.
 (las tenazas)

Ton, ton, ton, doy al clavito
y en la tabla entra enterito.
(el martillo)





Adivinanzas sobre el cuerpo


Me sirven para correr,
me sirven para bailar,
para andar en bicicleta
las tengo que utilizar.
(las piernas)
                               
Uno chiquito,
dos igualitos
uno largo y flaco
y el otro gordazo.
 (los dedos)

Dos arquitas de cristal
se abren y se cierran
sin rechistar.
(los ojos)


Una señorita muy señoreada,
siempre va en coche
y siempre va mojada.
   (la lengua)

Juntos vienen, juntos van;
uno va delante, otro va detrás.
  (los pies)

Una casita con dos ventaniscos
que si la miras te pones bizco.
  (la nariz)

Formamos, como soldados, en una fila
y somos carniceros toda la vida.
     (los dientes)


Dos hermanos sonrosados,
juntos en silencio están,
pero siempre necesitan
separarse para hablar.
   (los labios)

A muchos se lo suelen tomar
si antes no se ha ido a pelar.

  (el pelo)


Tiene grandes pabellones,
pero no tiene habitaciones.

(la oreja)








Adivinanzas de medios de transporte


Por un camino de hierro
corro veloz,
y si me meto en el túnel
puedes escuchar mi voz.
  (el tren) 

Dos ruedas, un sillín
y un manillar.
Si subes sobre ella
te hará sudar.
  (la bicicleta)

Corro por la carretera
y no soy animal,
los ojos me brillan de noche
y con hambre no puedo andar.
(el coche)

Soy pájaro sin nido
con las alas de metal,
las ruedas tengo de goma
y los ojitos de cristal.
(el avión)

 Encima de la cabeza
gira mi gran abanico,
y en la punta de la cola
gira otro pequeñito.
   (el helicóptero)

 Vehículo soy,
hago mucho ruido,
pero sólo dos
viajan conmigo.
 (la moto)

En él va la familia
y el equipaje,
se pasa las noches
en el garaje.
(el coche)

Si por mar quieres viajar,
¿dónde te vas a montar?
  (el barco)






Adivinanzas de la naturaleza


adivinanzas-sobre-arboles-y-plantasSin el aire yo no vivo; sin la tierra yo me muero; tengo yemas sin ser huevo, y copa sin ser sombrero. (El árbol)
Hay quien bebe por la boca, que es la forma de beber, pero sé de alguien que bebe solamente por los pies. (El árbol)

Me desnudan cuando hace frío y me visten en el estío. (El árbol)

Son mis colores tan brillantes
que el cielo alegro en un instante. 
    (El arco iris)                  
 

Doy al cielo resplandores 
cuando deja de llover:

abanico de colores,
que nunca podrás coger.
(El arco iris)

Viene del cielo, del cielo viene,
a unos disgusta y a otros mantiene.
(La lluvia)

En mí se mueren los ríos,
y por mí los barcos van,
muy breve es el nombre mío,
tres letras tiene no más.

(El mar)

En el cielo soy de agua,
en la tierra soy de polvo,
en las iglesias de humo
y mancha blanca en los ojos.
(La nube)

Vuela en el aire,
pace en la tierra,
se posa en los árboles,
anda en la mano,
se deshace en el horno
y se ahoga en el agua.
(La nieve)

Como una peonza
da vueltas al sol,
gira que gira,
sin tener motor.
(La tierra)

Girando toda su vida,
toda su vida girando
y no aprendió a ser más rápida
da una vuelta y tarda un día,
da otra vuelta y tarda un año.
(La tierra) 

¿Qué es, qué es,
que te da en la cara
y no lo ves?
(El viento)
Vuela sin alas,
silba sin boca,
azota sin manos
y tú ni lo ves ni lo tocas.
(El viento)

Siempre quietas,
siempre inquietas;
dormidas de día,
de noche despiertas.
(Las estrellas)
Tan redonda como un queso,
nadie puede darle un beso.
(La luna)

Sin ser rica tengo cuartos
y, sin morir, nazco nueva;
y a pesar de que no como,
hay noches que luzco llena. 

(La luna)
Soy un señor encumbrado,
ando mejor que un reloj,
me levanto muy temprano
y me acuesto a la oración.

(El sol)

Doy calorcito,
soy muy redondo,
salgo prontito
y tarde me escondo.

(El sol)


Poemas dedicados a las madres


PARA TI ESTA ROSA



Para ti esta rosa.
Aunque no es la más preciosa
te la doy con mucho amor
para que me quieras sin temor.

La rosa
una bella flor
es mi corazón.
Delicada,
perfumada
con un bello color.
Me calienta el alma
con un fuego acogedor.

Tú, mamá,
siempre estarás,
y tendrás,
mi corazón.

¡Yo soy esa rosa
que necesita de tu cuidado
y bello cariño!!!

PARA MI MAMÁ


Te dedico este poemita
por que tú eres la mas bonita,
tú eres una cosa 
más bonita que una rosa,
tú eres más que una princesa
pues para mi tú eres una belleza,
tus hermanas te quieren
y también tu mamá,
pero nadie más te quiere
como mi amor por ti en verdad,
te hago cartitas 
y también hicimos una canción,
te dedico este poema
porque no sé cómo expresar mi amor,
te quiero, te amo
y doy la vida por ti,
tú quédate aquí 
viviendo feliz.

A MI MADRE


Me dio la vida,
me dio su amor,
y yo se lo pago
con mi corazón.

Ella es muy linda
Ella es mi madre
Ella es la estrella
que mi camino abre.

LA RISA DE MI MADRE


La risa de mi madre es alegre,
la risa de mi madre es bella,
la risa de mi madre es hermosa,
y mil cosas más todavía
te podría decir en esta carta,
a pesar de todo, tú eres mi mamá
tú eres mi mami, tú eres mi mamita
y seguiremos juntas hija con mamá.




La liebre y la tortuga



Todos los animales estaban reunidos a lo largo del camino que orillaba el bosque. Porque era el día de la gran carrera entre la liebre y la tortuga. La ágil liebre se había burlado de la lenta y pesada tortuga y la había desafiado a una carrera. Nadie tenía dudas acerca de quién iba a ganar, pero todos pensaban que resultaría divertido observar el paso de ambos competidores.
Junto al puente que cruzaba el arroyo, la liebre y la tortuga se dieron la pata y partieron, tan pronto como el negro cuervo, que era el árbitro, lanzó un agudo graznido, como señal. La tortuga avanzó trabajosamente, tambaleándose sobre sus cuatro regordetas patas. La liebre saltaba con excitación a su alrededor, deteniéndose cada pocos metros para husmear y mordisquear los tiernos brotes que crecían junto al camino.
Finalmente, para mostrar su despreocupación y el desprecio que le inspiraba su adversario, la liebre se tendió a descansar sobre un lecho de tréboles. La tortuga, entre tanto, seguía avanzando trabajosamente, centímetro tras centímetro.
-¡La carrera ha empezado! -advirtió la cabra, desde un lado del camino.
Pero la liebre respondió con impaciencia:
-¡Ya lo sé, ya lo sé! Pero la tortuga no podrá llegar antes del mediodía al gran olmo que está en el otro extremo del bosque.
En esta confianza, se instaló a sus anchas y se quedó profundamente dormida.
Mientras la tortuga avanzaba con lentitud, los mirones se sintieron cada vez más excitados, ya que la liebre dormía aún. Cada uno de sus diminutos pasos acercaba más a la tortuga al olmo, que era la meta señalada. Avanzaba lenta y pesadamente, mientras todos los pescuezos se tendían para observar a la liebre ... , que dormía confiadamente su siesta, encogida como una pequeña bola parda.
Después de un lapso que pareció interminable, la tortuga estiró su largo pescuezo y escudriñó el camino que tenía delante. Allí, a pocos pasos de distancia, se veía la imponente mole del gran olmo al que debía llegar. La tortuga estaba exhausta por haber llegado tan lejos a su máxima velocidad, pero cobró fuerzas para una arremetida final.
¡Y en ese preciso instante, la liebre despertó! Al ver que la tortuga estaba casi junto al punto de llegada, se levantó de un salto y echó a correr por el camino, a grandes brincos. Apenas parecía una franja parda.
¡Los pájaros empezaron a chillar! El gran león abrió sus quijadas y bramó. Los demás espectadores gritaban, bailoteaban y saltaban frenéticamente de aquí para allá. Nunca habían imaginado que la carrera pudiera llegar a tal estado. Con sonoro clamoreo, incitaron a la lenta tortuga a avanzar, porque sólo le faltaba medio metro, poco más o menos, y la liebre se acercaba a toda velocidad. ¡Cuando faltaban cinco centímetros, la pobre tortuga tenía a la liebre casi a su lado!
Pero lo mismo hubiera sido si su veloz competidor hubiese estado a un kilómetro de allí. Con una gran embestida, la tortuga estiró el largo pescuezo y tocó la corteza del olmo un momento justo antes de que la liebre, jadeante, la alcanzara.
¡Había ganado la carrera!
Los espectadores aplaudieron con entusiasmo. Y palmearon a la tortuga en su ancha y lisa concha.
-Esa liebre siempre estuvo demasiado segura de sí misma -dijo el búho al águila-. Desde ahora, tendrá que comprender que no siempre es el más veloz quien gana la carrera.

El pastorcito mentiroso

Había una vez un joven pastor que vivía en una aldea muy tranquila. El joven, que no tenía familia, tenía la fea costumbre de decir mentiras.
Una vez el joven pastor, cuando estaba cerca la villa, alarmó a los habitantes tres o cuatro veces gritando
-¡El lobo, el lobo!
Pero cuando los vecinos llegaban a ayudarle, los campesinos encontraron al pastorcito revolcándose en el pasto muerto de la risa.
Días después el pastorcito gritó: ¡El lobo, el lobo!.
Nuevamente los pastores salieron de sus casas para perseguir al animal pero en vez del animal se encontraron con el pastorcito que otra vez se burlaba de sus buenas intenciones,
Sin embargo, semanas después un grande y feo lobo llegó a la villa y comenzó a atacar a las ovejas del pastorcito, quien, lleno de miedo, gritaba:
- Por favor, vengan y ayúdenme; el lobo está matando a las ovejas.
Pero ya nadie puso atención a sus gritos, y mucho menos pensar en acudir a auxiliarlo. Y el lobo, viendo que no había razón para temer mal alguno, hirió y destrozó a su antojo todo el rebaño.